Nos situamos en Italia, en el asilo-manicomio de Trieste, siendo director el Dr. Franco Basaglia.
Todo empezó cuando los pacientes del asilo escribieron una carta al Presidente de la provincia de Trieste por el destino de un caballo. Fue en junio de 1972. Desde 1959 un caballo llamado Marco trabajaba transportando ropa de cama, residuos de cocina y otros menesteres. Con el tiempo el caballo ya no podía realizar ese trabajo debido a su edad. El animal iba a ser sacrificado. Tanto el personal del centro como los pacientes tenían cariño al animal tras tantos años prestando sus servicios. Decidieron por tanto, escribir esa carta, y lo hicieron como si fuera escrita por el caballo, en primera persona. A cambio de poder jubilarse y quedarse en el centro ofreció el pago del dinero equivalente a su venta y al costo para la vida natural restante.
Se adjunta la carta:
“Trieste, 12 de junio de 1972
Caballero
muy ilustre
Dr. Michele ZANETTI
Presidente del Departamento de Trieste
Mi nombre es MARCO, de profesión «caballo de tiro para hacer todo». Todavía no tengo 18 años y, sin embargo, no me siento viejo en absoluto. Los zoólogos consideran que todavía puedo trabajar durante una docena de años.
Por lo tanto, con profunda consternación me entero de que el Consejo General que usted preside ha decidido vender mi pobre cadáver al mejor postor.
Sin duda, debo admitir que el animal mecánico llamado a reemplazarme sin duda proporcionará servicios superiores a los míos. Sin embargo, le pido respetuosamente que quiera examinar mi «plan de estudios» con calma y objetividad.
He trabajado honorablemente en los servicios de la Administración Provincial desde 1959 (más de 13 años). Mi trabajo, consistente en transportar ropa de cama, residuos de cocina y todo lo que se me pudiera pedir, siempre se ha llevado a cabo con el máximo celo, todos los días, en heladas u olas de calor.
Espero que se den cuenta de las consecuencias, que son fatales para mí, por supuesto, que dicha venta conlleva.
Ya he recibido varias visitas de personas con un fuerte olor a matadero, jugando conmigo como debe ser. Por cierto, le sugiero que vaya a algún matadero y sea testigo del asesinato de uno de mis compañeros. Esto podría ser extremadamente instructivo para usted.
Pero ahora solo tengo dos alternativas de vida:
La primera, quizás demasiado optimista, sería que mi carta realmente pudiera tocar tu corazón y permitirme sobrevivir, quedándome en mi alojamiento habitual, y siempre donde sea necesario, a plena disposición de los servicios hospitalarios. (Incluso una motocicleta puede averiarse). En esencia, le pido respetuosamente una merecida jubilación, aunque sin pensión. De hecho, me comprometo formalmente a mantener mi sustento, sin ejercer la más mínima influencia en los fondos financieros provinciales. Por cierto, el gasto asciende a aproximadamente 100 liras por año. Como compensación (me perdonarás por la trivialidad), trataré de responder con una cantidad significativa de estiércol, si es necesario para los terrenos muy grandes del hospital.
La segunda alternativa, y definitiva para mi salvación, sería que fuera adquirido por mis muchos AMIGOS, verdaderos amigos, leales y generosos que, más allá del valor intrínseco de mi pobre carne (la suma correspondiente en todo caso se pagaría inmediatamente al Fondo del Hospital Psiquiátrico) estarían muy felices de poder adoptarme afectuosamente y proveer para mi subsistencia «toda mi vida».
Os imploro, una vez más, que abráis vuestro corazón generoso a mi angustioso dilema, también porque, como me parece, sois un demócrata cristiano y un hombre lleno de sensibilidad.
Si sabéis ser misericordiosos conmigo – un animal desafortunado – disfrutaréis de toda mi gratitud posible, tanto de mi parte como de la de mis muy fieles AMIGOS, felices, en este caso, de soportar la carga financiera de mi desesperada causa.
Con mis homenajes y de nuevo… P I T I É !!!
Marco Cavallo, a las 16, via San Cilino – Trieste”
Y el 30 de octubre de ese año, se aceptó su solicitud, y se asignó la compra de un automóvil para reemplazar al caballo. El caballo pudo quedarse a vivir en el asilo con el cuidado y la atención por parte de los pacientes.
Fue visto como una esperanza. Los internos, hasta ahora privados de derechos, habían sido escuchados y atendidas sus peticiones. Lo interpretaron como un guiño hacia su dignidad.
A partir de ese primer cambio, desde el asilo decidieron realizar un caballo de madera y papel maché de elevadas dimensiones, con la intención de que se convirtiera en el símbolo del cambio hacia un nuevo paradigma, el del reconocimiento de la libertad de los enfermos mentales y el camino hacia la humanización.
El hospital ya estaba realizando actividades artísticas. En este caso los pacientes no participaron en la construcción pero si decidieron el color azul, como símbolo de la alegría de vivir y también decidieron incluir sus sueños y deseos en escritos que realizaron y que incluyeron en el vientre del caballo.
En marzo de 1973 estaba previsto que el caballo, con los pacientes y los trabajadores del centro, fuese paseado y expuesto por el pueblo. Se organizó una gran fiesta para dar a conocer al mundo esta maravillosa criatura cuando se dieron cuenta de que no podía pasar por la puerta. Se resolvió lanzando el caballo y rompiendo los muros, con lo que el caballo ya podía salir. Por esta razón, se decidió que la única posibilidad era romper los muros (¡pero realmente romperlos!) y hacer de este gesto algo simbólico, algo que fuera una representación concreta de la libertad y los derechos de todas las personas con angustia mental: la ruptura de barreras y del cierre. Marco Cavallo se convirtió, en la historia de la psiquiatría y en nuestros corazones, en el símbolo de la libertad.
Marco Cavallo, se ha convertido hoy en el símbolo de la libertad y los derechos humanos. Este gran caballo azul de 4 metros de altura, de madera y papel maché, cuyo vientre estaba relleno con los deseos de los pacientes, derribó los muros del manicomio de Trieste con la fuerza física de los enfermos y el poder de las ideas, haciéndose eco de la revolución de Franco Basaglia. Se convirtió así en un “icono” de la lucha en favor de la ley de cierre de asilos, la denominada Ley Basaglia de 1978, así como un símbolo para los propios pacientes de sus solicitudes de liberación y reconocimiento de su dignidad como personas, hasta entonces negadas. Desde entonces, se ha exhibido en todo el mundo para crear conciencia sobre los problemas de salud mental.
Marco Cavallo ha representado uno de los testimonios fundamentales de la lucha que condujeron, a lo largo de dos décadas, psiquiatras y enfermeros italianos por abolir los manicomios, en tanto instituciones de internamiento y segregación de los enfermos. Este proceso de transformación trataba de considerar la condición social y material de la enfermedad mental, de oponerse a los tratos deshumanizantes y, principalmente, de considerar a los pacientes como sujetos y no como objetos de la institución psiquiátrica. El acontecimiento, mítico, de Marco Cavallo fue la punta del iceberg de un completo programa de humanización de los enfermos.
Y es necesario continuar avanzando, no retrocediendo, es necesario completar ese programa de humanización que han iniciado personas comprometidas con los derechos humanos. Y actualmente, para completar la Reforma entonces iniciada necesitamos que las personas con sufrimiento mental puedan ser integradas en contexto social y laboral. Y para ello necesitamos abolir el estigma y generar políticas humanizadoras y comprometidas. ¿Continuamos y finalizamos la Reforma?
Publicado el 23 de agosto de 2022
Autor del texto: Alberto Gadea Soler
Autora de la portada: Ana Gadea Pacheco
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